Miró hacia abajo y sacó el dinero, una paca de billetes de 5 bolívares y comenzó a contarlos, como recitando un conjuro, uno dos, tres, cuatro, cinco, seis, así hasta diez, los separó en un paquetico, lo puso a un lado y volvió al hechizo, uno, dos, tres... Otro paquete y de nuevo y de nuevo.
Los kilómetros pasaron desde su parada hasta su destino,le dio tiempo de conjurar todos los paquetes para pagar el pasaje. Luego dijo: "a la mierda con esta puta revolución, antes pagaba mi pasaje con dos monedas, ahora necesito 45 billetes. Maldito Maduro y su combo, nos dejamos meter a estos tipos y nos robaron el país, el futuro y la navidad".
Ni siquiera volteó a mirarme, yo en silencio asentía a sus palabras, Maldito Maduro pensé y sin que se diera cuenta lo retraté.

Luego se volteó y dijo nuevamente: "a la mierda con esta puta revolución"

Venezuela se ha convertido en un ejercicio de dolor. Sólo es posible comprenderlo estando acá, caminando por las calles, escuchando las historias mirando la frustración y la angustia que se refleja en los ojos de la gente.

Escuchando las voces quebradas de quien está a punto de romper en llanto porque no tiene qué comida ofrecerle a sus hijos.

A diario los escucho. Recuerdo a la amiga que pospuso su embarazo porque quería crecer profesionalmente y el país se le vino encima.

La historia de la vecina que tenía una cáncer en remisión y le dio chikungunya, en una semana empeoró el cáncer y en menos de un mes murió.

El amigo comerciantes que tuvo que cerrar el negocio por las amenazas contra su vida. El familiar que fue secuestrado y aterrorizado. El amigo taxista que fue secuestrado torturado y asesinado. El colega fotógrafo que murió apuñalado en una fiesta.

El niño con cáncer que murió por falta de medicamentos. La hija de una amiga que perdió su trabajo tras la intervención de su empleo por el gobierno. Las familias destruidas por la violencia. Los 12 desaparecidos de la masacre de barlovento.

Cuántas historias, cuánto dolor se ha acumulado en mi pueblo. Tantos años perdidos, tantas historias que no se contarán.
Y entonces me preguntan si veo esperanzas y respondo que si, que creo en el pueblo porque yo soy del pueblo, creo que la unión puede derrotar a estos monstruos que nos condenan al dolor, creo en la juventud como fuerza renovadora, creo en un país que ha soportado pacientemente y no ha caído en la trampa de la violencia irracional. Creo en el mañana y en los hijos de los hijos. Creo en el amor y la bondad. Creo en ti.

¿Qué extraños gatillos se disparan en la mente de un hombre? ¿De verdad esas voces en la cabeza te llevan a matar? ¿El diablo tiene tanta presencia como para hacerte matar a puñaladas a tres personas y a dejar a una cuarta agonizante? Él Avenero, así le dicen a Dagluys José Cisneros Contreras (24) sus manos todavía están llenas de sangre, su ropa esta bañada de sangre.

El Avenero vendía avena caliente en el terminal de pasajeros de Guatire y el martes 13 de diciembre mató a su tío David Rodríguez (60), sus primos David Rodrírguez (21) y Mayra Rodríguez (25) y dejo grave a Rosangélica Rodríguez (19) .
A todos los apuñaló porque no le dieron dinero para comprar el regalo de navidad que quería comprarle a sus hijos. El Avenero dijo que escuchó voces que le decían que tenía que matarlos. Dice que el diablo se le metió dentro. Los vecinos cuentan que jamás debatan de recordar los gritos que escucharon la noche del martes 13, cuando el Avenero desató el infierno en su familia. Sus hijos no tendrán ningún regalo esta navidad. Una familia quedó destruida. Toda una comunidad quedó traumada. El diablo camina por estas calles.

Siempre me dijeron que yo vivía con la cabeza en las nubes, que no tenía idea de la realidad, quizá nunca debí bajar, era feliz, vivía entre niebla y gente buena. Había futuro. Cuando mi cabeza ser llenaba de nubes nacía la poesía y la pintura, Pink Floyd y AC/DC eran parte de la banda sonora de mi recorrido. Cuando tenía esas nubes había una justicia y una ilusión. Pero puse los pies en la tierra y se esfumó la bondad. Hoy veo crímenes a diario, entrevisto al dolor en carne viva. Trabajo para medio comer. Antes tenía nubes en la cabeza, qué estúpido fui al despertar.

Un hecho tan simple como agarrarse de algo para no caer, termina reflejando el estrecho vínculo que hay entre madre e hija, tomadas de las manos transcurren en su viaje entre La Hoyada y Plaza Venezuela.